La importancia del cobro tras los lances

Seguro que la mayoría de nosotros, alguna que otra vez, nos hemos llevado las manos a la cabeza tras la pérdida de una pieza abatida, en ocasiones por la práctica de la caza sin nuestros grandes aliados, nuestros perros, y otras, por la falta de aptitudes por parte de éstos para este momento tan crucial como puede llegar a serlo el cobro de una pieza tras el lance.

No debemos desesperar, pero si tomar buena nota y aprender de nuestros posibles errores así como los propios de nuestros canes. En ocasiones nos confiamos y en otras simplemente, cuando nos encontramos con piezas heridas, su instinto de supervivencia nos da en muchas ocasiones una lección magistral de la esencia de este deporte y de cómo la naturaleza se aferra a la vida mostrando su instinto más poderoso, el de la supervivencia.

Cuantas veces nos ha penado perder una pieza herida en nuestros cotos y nos hemos dicho a nosotros mismos, ¡ojalá no le hubiese dado! En otras ocasiones la pérdida es ante piezas que caen abatidas pero que por diversos factores (orografía del terreno, mala visibilidad al “trasponer” una pequeña colina, la distracción de los perros con otras piezas, el cansancio de los mismos, etc.), no conseguimos recuperar, lo cual nos disgusta del mismo modo y dentro de lo malo, en estas ocasiones, la naturaleza seguirá su curso.

Pero no debemos desesperar con el aprendizaje de nuestros perros en esta fase tan crucial como lo es el cobro. Hay perros a los que les cuesta más aprender, a otros menos, otros sencillamente no tiene aptitudes o a penas las muestran para el cobro, y no todos se comportan igual según el tipo de pieza (pelo-pluma). En cualquier caso, siempre debemos dar oportunidades a  nuestros perros de caza, quedando la opción igualmente de recurrir en última instancia a un profesional que dedique tiempo al animal para su aprendizaje, dado que a veces, también ocurre eso, que disponemos de poco tiempo para la enseñanza a nuestros perros y luego pretendemos que cobren las piezas a la primera.

Debemos comprender además que, en el caso de los perros de caza se da esta salvedad. No son mascotas al uso, son mucho más. Un perro de caza es un “deportista de élite”, es un “trabajador nato”, amigo incondicional y compañero de viaje incansable. Nos dan cariño y complementan la práctica cinegética hasta el punto de que sin ellos, la caza no sería lo mismo; así que debemos reparar no sólo en este aspecto, sino al igual que para nosotros mismos, en todos los demás que requiera a lo largo de su vida para el aprendizaje de la caza, con el fin de comprender y entender la importancia de este “binomio” para formar un gran equipo que nos permita disfrutar al máximo en nuestras jornadas de caza.